jueves, 16 de septiembre de 2010

Shock educativo

En nuestros países latinoamericanos el estudiante universitario accede a las Facultades con una cultura educativa de la pasividad, es reactivo y su propósito es cumplir con las exigencias de los profesores para obtener una calificación aprobatoria, no para aprender.
Cambiar esta forma de pensar no es fácil, ni para el estudiante mismo ni mucho menos para el docente, formado también con la misma cultura educativa. El cambio debe provenir desde los primeros años de la formación de los nuevos estudiantes, gradualmente. Cambiar de mentalidad cuando se tiene tan acendrado una forma de comportamiento es similar a intentar dejar de fumar de golpe luego de muchos años de convivir con el cigarro. Se trata de un shock educativo.
Todos los docentes estamos acostumbrados a observar como los estudiantes suelen dejar sus tareas o lecturas para el final. Un día antes suelen reunirse en grupos para estudiar los posibles problemas a enfrentar en el examen de evaluación. El examen mismo es un reto para los profesores, cómo diseñar un examen capaz de burlar al sustentante que no se ha preparado debidamente. El aprendizaje tiene un fundamento cualitativo, no cuantitativo, difícil de medir.
La existencia misma del conocimiento distribuido al que se puede acceder en la Internet ha propiciado el famoso recurso del "corta y pega" para resolver muchas de las tareas, ensayos y proyectos dejados a los estudiantes. Los docentes se alarman con esta actividad sistemática de sus alumnos, que ellos mismos han propiciado. Los mismos docentes invierten ahora parte de su tiempo en cómo detectar o impedir que los alumnos copien contenidos de otros autores.
A pesar de todo, reconocer que el conocimiento existe fuera de las aulas implica aceptar que el aprendizaje deja de estar centrado en el docente y pasa también a ser distribuido. Cómo involucrar a los estudiantes para que se preocupen por aprender y no para obtener una evaluación aprobatoria es el reto a perseguir en la educación formal. La motivación para que los alumnos investiguen en la diversidad de fuentes de conocimiento posibles antes de redactar sus trabajos de clase es un reto importante.
Este reto parte del reconocimiento a una cultura educativa inoperante. Cambiar de hábitos de estudio y motivar a los estudiantes para que se involucren en una cultura del aprendizaje permanente y auto regulada, en la medida de lo posible. Esta debería ser una política educativa prioritaria en todos los niveles formativos de la educación ciudadana. Un docente con esta cultura del aprendizaje promoverá en sus estudiantes una cultura semejante. Si el docente no posee esta cultura, retrasará el cambio en la formación de sus alumnos, reprimirá inconscientemente el acceso a un conocimiento distribuido, producirá frustración no solo para sí mismo sino para el sistema de formación para el que fue contratado.
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