viernes, 22 de enero de 2010

¿El fin de los libros de texto?

Cuando era estudiante de Maestría en Computación recibimos con agrado la noticia de que uno de los coautores de un intérprete y un libro de Lisp (lenguaje de programación) vendría a nuestras aulas para impartir una conferencia. La mayoría de los estudiantes utilizábamos el libro como referencia única para escribir programas en varios de nuestros cursos. La oportunidad de escuchar y poder preguntar algunas dudas directamente al coautor parecía emocionante, además porque él realizaría una estancia de un mes en nuestra institución.
Esperábamos una charla relacionada con nuestro "libro de texto" que recién aparecía en las librerías. Decepción. O sorpresa. La conferencia versó sobre el lenguaje Smalltalk, las aplicaciones que realizaba con él y un nuevo libro que según nos explicó, acumulaba más de tres años trabajando en él. No quiso hablar de Lisp, pero nos remitió a Smalltalk, nos dejó un compilador rudimentario y las fotocopias de un ininteligible manual de usuario.
Los libros de texto están hechos a una medida estándar (http://bit.ly/7ab1LW) como los calcetines en las tiendas de ropa en México. La enseñanza que nos dejó el futuro autor de un nuevo libro sobre Smalltalk fue que todo libro es obsoleto cuando sale a la venta. Después realicé una estancia de larga duración en Barcelona como parte de mis estudios de Doctorado y comprendí que las fuentes a las que debía acudir cotidianamente para desarrollar una investigación era no solo a los artículos recién publicados en revistas y congresos, sino también a las páginas de Internet de los Investigadores, el contacto directo con ellos mediante correo electrónico o presencialmente cuando se tuviera la oportunidad.
Escasamente recurrí alguna vez a un libro impreso como no fuera una tesis de Doctorado extendida como libro.
Ahora Apple está en tratos (http://bit.ly/6BUEVO) con las editoriales McGraw-Hill y Hachette para incluir sus títulos en su nuevo lector de libros digitales próximo en aparecer y ofrecerlo a los estudiantes e instituciones educativas por un costo único para ser accedidos durante un periodo o semestre escolar.
Naturalmente que los libros de texto y los docentes de todos los niveles asumen tácitamente que los estudiantes poseen un mismo nivel cognitivo a la hora de estudiar. Nada más falso. El futuro nos indica claramente que los estudiantes necesitan de fuentes confiables y de asesores inteligentes (que no docentes), y no más de libros de texto diseñados por colectivos de expertos cuya estandarización de contenidos no responde a la realidad sociocultural, económica y tecnológica del acceso a la información y la posibilidad de interactuar con sus pares y con usuarios del conocimiento más avanzados para desarrollar un aprendizaje orientado a los intereses y a la medida de cada estudiante.
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